sábado, 11 de diciembre de 2010


Tu no sabias que yo estaba
tras cada suspiro de tristeza
que abandonaban tus palabras.
Tu no creías en mis ojos
lánguidos al ver pasar tu figura invisible.
Siempre pensaste que la voz estaba apagada,
que las horas estaban estancadas en un reloj de arena,
que los gatos sentían pena al ver el sol apagarse.
Por otro lado
Yo sabía que tus brazos,
tus manos y tus dedos
estaban conspirando en contra de mi piel.

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