jueves, 23 de septiembre de 2010

Cuando yo pensaba que quería
me estaban organizando un guerra y yo estaba sola.
Cuando yo pensaba que quería
mi otro yo se estaba muriendo voluntariamente.
Cuando yo pensaba que quería
mis pies se enraizaban en un lugar baldío
y no existía el aire.
Hace tiempo que veo a mi otro yo
en la calle de enfrente porque
lo que soy ahora decidió vivir.
Cuando yo pensaba que quería
las tristezas atravesaron mi piel, mi carne y mis huesos.
Ahora sigo esperando a mi otro yo.

domingo, 19 de septiembre de 2010


"Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior." (Frida Kahlo)

sábado, 18 de septiembre de 2010

DOS DE NOVIEMBRE




No quiero
Que mis muertos descansen en paz
Tienen la obligación
De estar presentes
Vivientes en cada flor que me robo
A escondidas
Al filo de la medianoche
Cuando los vivos al borde del insomnio
Juegan a los dados
Y enhebran su amargura.

Los conmino a estar presentes
En cada pensamiento que desvelo

No quiero que los míos
Se me olviden bajo tierra
Los que allí los acostaron
No resolvieron la eternidad

No quiero
Que mis muertos me los hundan
Me los ignoren
Me los hagan olvidar
Aquí o allá
En cualquier hemisferio

Los obligo a mis muertos
En su día
Los descubro, los trasplanto
Los desnudo
Los llevo a la superficie
A flor de tierra
Donde está esperándolos
El nido de la acústica.

La Colorina

La Palabra


Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
aquella vez de nuestro pacto secreto
a pocos días de terminar la infancia.
Debes recordar
dónde la guardaste
Debiste pronunciarla siquiera una vez...
Ya la habría encontrado
Pero tienes razón ese era el pacto.
Mira cómo está mi casa, desarmada.
Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.
Y mi huerto, forado permanente
Y mis libros cómo mi huerto,
Hojeado hasta el deshilache
Sin dar con la palabra.
Se termina la búsqueda y el tiempo.
Vencida y condenada
Por no hallar la palabra que escondiste.

http://www.youtube.com/watch?v=jWdmPGRnDz8&feature=related

jueves, 2 de septiembre de 2010


La gente insiste en que le gusta la soledad, que prefiere estar muda, pasearse con el ceño fruncido durante las 24 horas del día si es necesario para que nadie le dirija la palabra, y si por el contrario alguien se atreve a dirigirle una de esas preguntas banales, tensa más aun el espacio que hay entre sus cejas, fija los ojos disfrazándolos de furia y responde apática a esa persona que a interrumpido su sublime silencio y solo se pueden esperar dos apáticas respuestas, un sí o un no.
Es por todo esto que la gente insiste en que le gusta la soledad, lo mismo piensan los más cercanos y sus familiares. Ellos escapan por días enteros de su irritante mirada. Muchas veces prefieren ignorar sus caprichos y sus constante cambios anímicos.
Un día sentado en la banca de enfrente a la suya, en una placita que sólo era visitada en verano por la gente de la ciudad, estaba ella justo frente a mi. No sé pero no tenía la mirada tensa, a simple vista pude darme cuenta que estaba un poco triste, pero no quise seguir mirándola de reojo, no quería ser aniquilado con su mirada siempre a la defensiva.
Al pararme para irme, pasé a su lado, como era de esperarse, me miró con desprecio y siguió atenta leyendo un libro pero no logré distinguir el título.
Ahora puedo darme cuenta que jamás estaba enojada, recuerdo su mirada siempre dura, esquiva pero atenta.
Si pudieran saber lo que sentí al leer todo lo que había escrito en la colección de la tapitas de sus libros.
Mucho tiempo después, me confesó que pocas veces terminaba de leer los libros que siempre acostumbraba a traer en su bolso, sólo los llevaba consigo para leer entre líneas y disfrazar su soledad pública en los parque, plazas o en cualquier lugar en que decidiera pasar un rato y olvidar sus recuerdos por un momento.
Ella solía anotar en las tapas interiores de los libros lo que pensaba o sentía en el momento, por eso cada semana llevaba un libro nuevo junto a ella.
Fue tan triste, intrigante, aturdidor, no lo sé, fue duro encontrar su rostro pegado a una nube, con los ojos entrecerrados y sus labios acomodados para lo que al parecer quería ser una sonrisa. Junto a su rostro libre de ese ceño siempre fruncido, estaba el libro de turno, liviano y en la contratapa decía: "ya no voy a protegerme más" ..... continuará