jueves, 12 de septiembre de 2019

RECUERDOS

A veces, repaso mi lista de recuerdos a olvidar y es ahí cuando me doy cuenta de que aun están guardados en alguna parte de mi cuerpo y digo alguna parte, porque si se trata de penas de amor las tengo en el estómago; si se trata de fracasos académicos o laborales los llevo sobre la espalda porque siento el peso de vez en cuando. Si son amistades corrompidas por el tiempo, las guardo en mi mirada para ignorarlas cariñosamente, con mi pupila de piedra, cuando me las cruzo por la calle.
Si se trata de recuerdos familiares, los llevo en mis manos, para que me levanten cuando estoy por caer. En mi piel llevo mis recuerdos de infancia, alguna rodilla lastimada, un corte sobre el labio, juegos infantiles que terminaron en tragedia. En mi pelo tengo el desgaste de los años tinturando cada hebra según la moda del momento, el rojo, el verde, el azul, el naranja y hasta el amarillo taxi que me dejo el mechoneo universitario.
Todo mi cuerpo está plagado de recuerdos, algunos para olvidar, otros deseosos de ser revividos, pero sin duda alguna, el recuerdo más preciado, el más querido, el más interminable, está en mi vientre; marcado por incontables marcas rojizas y blancas, piel floja, que en verano me avergüenza, pero sin duda alguna, es el recuerdo que me acompañará hasta que olvide de olvidar lo que he escrito. En mi vientre, mi panzota es el lugar donde creció el pequeño ser que me devolvió las ganas de vivir y continuar.

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