sábado, 24 de agosto de 2013

Ver sus ojos cansados, era el deleite de los suyos.
Con ánimo callado, ambos se sentaron a esperar, durante años,
poder encontrarse
 a pesar del tiempo viejo, en que la vida los había cruzado.
La primera vez que él la abrazo y la apretó con fuerza contra su pecho,
el mundo giró y dejó tumbada la conciencia de ella.
La primera vez que él le tocó la mano, ella, la apretó con fuerza unos segundos
pero la realidad vino a golpear con fuerza, otra vez, su conciencia.
La primera vez que él la besó, ella, con un miedo valiente, abnegado, correspondió.
Cuándo el rozó el primer signo de su transformación en mujer, con deseo lapidado,
ambos cerraron los ojos y se olvidaron del mundo que no entendería nada de ese presente.
Escuchar sus palabras desesperadas, era el éxtasis de su ego.
Los encuentros dolorosos, las más de la veces, sepultaban el amor de ella,
disfrazado en deseo, cada uno de sus besos, se perdían en la alegría pasajera de él.
A veces ella perdía y él con un risueño gesto, la dejaba desposeída de rubores,
con unas cuantas palabras, la embriagaba con mentiras verdaderas,
ella con su  ingenuidad enamorada, se dejaba poseer por aquel hombre despreciable.
A veces, ella ganaba, con un beso amargo, bastaba para que el hombre de sonrisa sometida
se entregara, como cual adolescente se descubre enamorado por primera vez.
Ahora, él le dice que aunque el sol no se vea, siempre estará ahi,
ahora ella tiene miedo de no poder "ver" ni "sentir" el sol otra vez...

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